La reacción del mercado con baja de bonos, alza del dólar y de precios, indica nada más y nada menos que quienes invierten en Argentina no consideran prometedor el resultado, que hace difícil pronosticar cómo será el futuro próximo en nuestro país.
Lo ocurrido en Argentina con el triunfo de Javier Milei, un outsider de la política tradicional, es el coletazo de un fenómeno occidental mundial que ya inició en Europa con Marine Le Pen en Francia y el partido Vox en España, continuó en América con Donald Trump y Jair Bolsonaro, y que en estas tierras llega de la mano del voto joven, de personas de entre 16 y 24 años, desencantadas con los políticos tradicionales que no saben hoy cómo hablarle a esa enorme parte de la población (el 40 por ciento del electorado).
Se lo puede analizar como un voto antisistema, un voto bronca o un voto que responde a un candidato que enamora en ese segmento etario. Todo es factible. En los distritos de Gran Buenos Aires muchos intendentes peronistas aportaron lo suyo para este resultado. La estrategia fue levantar a Milei para restar votos a Juntos. Hoy se la replantean. Por caso en Berazategui, Unión por la Patria obtuvo 36 por ciento para Presidente, con Javier Milei en segundo lugar con 25 por ciento, 3 puntos arriba de Juntos por el Cambio que sacó 22 por ciento.
El que celebró el domingo fue Axel Kicillof, con 36 por ciento de votos, que revelan el resultado de una gestión que no se quedó quieta desde el principio. Lo mismo ocurrió con Juan José Mussi que obtuvo el 48 por ciento para Intendente. Es decir, la gestión siempre suma e inclina la balanza.
La democracia se basa en elegir con libertad a nuestros gobernantes. Ningún voto es menos valioso que otro y en ese sentido, el resultado electoral es el más fidedigno a la hora de escuchar a la sociedad. La política tradicional fue sacudida por la irrupción de una figura que los critica desde un extremo, los inquieta y asombra. El desafío será encontrar nuevas formas de hacer política y llegar con su mensaje a quienes votaron desde la bronca y la desilusión.
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