El joven, categoría 1988, se formó en las divisiones inferiores de Arsenal, lugar que compartió con una histórica camada que incluyó a Darío Benedetto, Victor Cuesta, Gustavo Toranzo y Damián Pérez, entre otros. Sin embargo, el club de Sarandí lo dejó libre y firmó con Argentino de Quilmes, equipo con el cual haría su debut profesional y donde lograría el ascenso a Primera C en 2013. Su trayectoria lo llevaría a la ADB, con dos breves pasos, donde se retiró en 2015.

Fernández cuenta que ser futbolista del Ascenso no es fácil, ya que «en algunos clubes podés estar meses sin cobrar. Además, la carrera del futbolista es muy corta, y yo ya intuía que no iba a ser jugador mucho tiempo, por lo que siempre busqué estudiar y poder formarme para tener una vida más allá del futbolista». Así, a la par de su corta carrera, Matías estudió el profesorado de Educación Física y se recibió de director técnico. Esas dos profesiones, complementarias, lo encuentran hoy trabajando como DT de las categorías séptima, octava y novena de Arsenal. «Ahí trato de inculcarles eso mismo a los más chicos, aconsejarles que estudien, que terminen el colegio porque son pocos los que llegan a consagrarse».

Además, Fernández logró poner un gimnasio propio en Hudson, localidad en la que vive desde hace tres años. Allí funciona un centro de rehabilitación y de nutrición, combinando entrenamiento con salud. Sin embargo, la cuarentena le cambió, como a todos, el panorama. Si bien el gimnasio se mantiene cerrado, continúan trabajando: «Por un lado estar tanto tiempo cerrado obviamente que nos perjudica, pero seguimos asistiendo a quienes necesitan continuar con sus tratamientos, visitándolos con el kinesiólogo para no abandonar la atención», explica.

Lejos de quedarse sentado y a la espera, Matías adelanta que ya acondicionó las instalaciones del gimnasio aguardando que la actividad vuelva a funcionar en el futuro. Sin embargo, no todo es trabajo. La pandemia puso en relieve las carencias que sufre la sociedad argentina, especialmente en el conurbano, por lo que el exfutbolista decidió sumarse a un proyecto solidario en la localidad de Gutiérrez. «Viví en carne propia la crisis de 2001. En esa época mi papá se quedó sin laburo y sin poder mantenernos. Me acuerdo, a pesar de que era chico, que salía a vender de todo para poder darnos de comer. La pasamos muy mal durante cinco o seis años. Eso me marcó mucho, y hoy con esta situación que estamos viviendo tengo la oportunidad de poder ayudar, entonces me acerqué a unos amigos que empezaron con una olla popular en el club Juan María Gutiérrez. Cada quince días reparten unas 300 viandas, dan también paquetes con alimentos para que la gente tenga durante la semana y armaron un ropero solidario para los que necesitan ropa o calzado. Es un momento donde hay mucha gente pasando necesidades entonces me pareció que podía colaborar», explica Matías, que sábado por medio se suma al grupo de 20 amigos y vecinos para dar una mano. «No hay que tener vergüenza de venir a buscar ayuda. Sé lo que es no tener ni para el pan, asique el que lo necesite, que venga que algo se va a llevar», concluye.

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