«Las clases duró una semana, ya que algunas escuelas suspendieron las cursadas con las primeras medidas contra el COVID-19, otras continuaron hasta que se estableció la cuarentena. Nos tomó un poco desprevenidos, porque no teníamos nada preparado de cómo iba a seguir el funcionamiento de la cursada. De hecho, en algunas escuelas los profesores estábamos obligados a seguir yendo y cumplir el horario. Hasta que se dieron cuenta que era poner en riesgo la salud de los docentes y que era en vano tenernos trabajando con el celular en los establecimientos, cuando lo podíamos hacer en nuestros hogares», relató el educador.
«A partir de este contexto de pandemia, los profesores empezamos a utilizar la tecnología y diseñar una modalidad de clases para que los chicos sigan aprendiendo», subrayó Samutt.
«En mi caso particular, yo soy habitué del celular y la computadora, de hecho, cuando salió la primera máquina, me interesé por aprender, tengo conocimiento de varias plataformas de educación y herramientas online; entonces, no me costó utilizarlas. Sin embargo, varios de mis colegas encontraron dificultades para adaptarse, porque no estaban familiarizados con la tecnología y debieron aprenderlas de cero para poder trabajarlas, y eso fue un poco engorroso al principio para darle agilidad al curso a distancia», indicó el profesor.
En este sentido, el docente contó que utiliza el sistema Classroom de Google, se trata de una plataforma gratuita que permite simplificar y distribuir tareas, así como evaluar contenidos. Asimismo, brinda la creación de aulas virtuales dentro de una misma institución educativa, facilitando el trabajo entre los miembros de la comunidad académica. Además, sirve como nexo entre profesores, padres y alumnos facilitando todos los procesos de comunicación entre ellos. «Es una herrramienta muy buena, porque permite armar las clases, calificar, hacer una encuesta, responder consultas, subir videos y fotos. Es muy completo», destacó.
Sin embargo, el profesor detalló que al comienzo la adaptación al mundo virtual trajo complicaciones y dijo: «En un principio necesitabamos los mails de los estudiantes para armar una lista, y saber quiénes estaban conectados, entonces, los chicos me enviaron los correos electrónicos de sus padres o de sus hermanos; entonces costó distinguirlos y clasificarlos, los profesores tuvimos que hacer toda una búsqueda».
«Por otra parte, a los chicos les costó adaptarse a la modalidad de la cursada online, porque los sacas de las redes sociales y los videojuegos y se pierden. Así que los profesores y los preceptores nos tomamos un tiempo para explicarles cómo utilizar las herramientas. Recibimos muchos mensajes con inquietudes. Asimismo, hay que orientar a los alumnos de cómo buscar la información fidedigna, porque en internet hay muchos datos engañosos y sin importancia. El mundo virtual es todo un desafío de trabajo», agregó.
«Otro de los problemas es que no podemos evaluar, sólo tomamos exámenes en algunos casos excepcionales y lo hacemos por vía Skype; y aquellos que no tienen internet, no podemos evaluarlos», aclaró.
Y profundizó en la dificultad de los alumnos que no tienen acceso a wifi. «Hay alumnos que no tienen servicio de internet, pertenecen a una población humilde de la sociedad, que no tienen para comer y que viven al día. Entonces, a esos estudiantes se le entregó el cuadernillo que desarrolló el Ministerio de Educación, a mi punto de vista, deja mucho que desear, porque ignora por completo el contenido y la complejidad de la materia».
Por último, Samutt recalcó: «Internet es una herramienta muy buena, que hay que saber utilizarla; obviamente las clases virtuales no reemplaza las presenciales, pero si es un soporte de ayuda para los estudiantes. También considero fundamental, que desde el Ministerio de Educación o desde los colegios deberían diseñar una plataforma acorde donde se pueda trabajar en un aula virtual, pero no sólo en este momento de emergencia, sino que se implemente de manera fija en las escuelas secundarias».
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