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Comerciantes angustiados | lapalabradeberazategui.com.ar

Después de un 2020 muy difícil, los negocios pudieron retomar hace algunos meses su actividad en esta «nueva normalidad», con protocolos para la atención y para el cobr. Pero con la llegada de la segunda ola se enfrentan de nuevo a restricciones que asumen «van a destruir el comercio».

Uno de los sectores afectados es el de las librerías, ya que una de las restricciones que rige por 15 días en la provincia de Buenos Aires es la suspensión de las clases presenciales, dejándoles una pérdida del 70 % en las ventas. Matías Biondi, dueño de «El Rayo», explicó: «Me afectó, por un lado, la poca circulación y la virtualidad de algunas oficinas y lugares de trámites, porque tengo una fotocopiadora y al estar cerca de la sede de IOMA tengo continuamente clientes, cosa que ahora no ocurre. Por el otro, el cierre de escuelas me dañó, porque gran parte de los insumos que vendo son para el colegio».

“Estoy pensando cambiar de rubro y abrir un kiosco, porque si las restricciones siguen la actual ya no me rinde. Ahora estoy vendiendo algo para escribir, alguna bolsa de regalo y otras cositas, pero no puedo sostenerme un año con tan poca entrada de dinero. Tengo empleados, alquiler e impuestos que pagar», manifestó.

«Entiendo las medidas para evitar los contagios, pero falta una ayuda para los comerciantes en materia impositiva. Accedí por un tiempo al Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP), pero no fue suficiente», criticó.

Otro rubro perjudicado es el gastronómico. Florencia López, de Barrel Bar que la semana pasada nos contó el duro momento que atravesaba, reiteró que el límite horario hasta las 19 «hunde» a los bares y restaurantes. «Tuvimos que achicar los horarios y trabajar temprano el fin de semana, veremos cómo funciona; pero la situación es muy difícil». En la misma línea, el personal de «3 Dragones» indicó que «bajaron las ventas» y continuó: «Ya la gente no entra al salón, estamos abocados al delibery. Nuestros productos son específicos, estamos sosteniéndonos por los clientes fijos”.

En cuanto, a los locales de ropa, que en el casco céntrico domina gran parte del comercio local, también expusieron sus preocupaciones. Aylen, titular de la tienda «Colores Santos», dijo: «Estaba cerrando a las 20, así que cerrar una hora más temprano no me perjudicó. Sí la baja circulación de personas afectó al rubro, porque impidió que la gente ande por el centro, vea la vidriera y adquiera una prenda» y agregó: «De todos modos venimos muy mal, la situación económica es alarmante, los precios de los alimentos subieron un montón y eso hace que la ropa, al no ser de primera necesidad, pase a segundo y tercer plano».

Pese a tanto mal trago de 2020, la comerciante fue una de las que invirtió apostando a que este año la situación se revirtiera. «Tenemos un local en Hudson y en el centro abrí hace 6 meses confiando en que este año iba a ser diferente, y la verdad me está costando un montón vender una prenda. Además, el alquiler es altísimo: pago 30.000 pesos, pero hay negocios que superan los 80.000, y ¿cómo hace un negocio de ropa para juntar esa plata en este contexto? Las autoridades gubernamentales tienen que proteger a los negocios bajando o congelando los impuestos y alquileres, porque en un par de meses vamos a quedar destruidos. Cuando se descongelaron los precios de los alquileres aumentaron de forma desproporcionada», formuló.

Por último, reflexionó: «La gente durante el verano no se cuidó, en los bares y en las plazas se juntaban en grupos sin respetar las medidas sanitarias. También el gobierno debió haber controlado estrictamente para que las normas se cumplieran. Ahora es tarde, los casos crecieron y lamentablemente, con las nuevas restricciones, terminamos perdiendo aquellos comercios que seguimos todos los protocolos».

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