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Chill & Drac’s, una historia de lucha | lapalabradeberazategui.com.ar

La historia se remonta muchos años atrás, cuando Nicolás Delre cerró los dos mayoristas de golosinas que tenía en sociedad, en La Plata y Florencio Varela, y se dispuso a ver qué posibles horizonte tenía. Entonces, con el dinero que poseía adquirió un horno y una máquina envasadora y allí comenzó a vender girasol en un galpón alquilado, ubicado sobre Camino General Belgrano, en Berazategui.

Fue en esa época cuando llegaron a vivir a Ranelagh y comenzaron a crecer en forma paulatina. Sin prisa, pero sin pausa. Años después compraron un galpón y empezaron a envasar también chizitos. Y le anexaron la elaboración de pastillas de goma. Así nació Chil & Drac’s.

En el medio hubo un incendio en la nueva propiedad que los obligó a recomenzar con mucho sacrificio, pero con ayuda de los proveedores y el propio empeño familiar lograron salir adelante.

El destino quiso que pudieran recuperarse y remontaron vuelo. Mientras tanto, siguieron sumando confituras y snacks en diferentes gramajes. El propósito era no bajar los brazos y salir adelante, cueste lo que cueste.

Tres décadas atrás, cuando un grupo de empresas de la zona comenzaron a pensar en grande con ganas de expandirse en el predio de la ex SNIAFA, en Plátanos, la familia Delre fue de la partida original.  Ese grupo de emprendedores no titubeó y juntos se llenaron de coraje para poner de pie las viejas instalaciones corroídas por el tiempo. Hubo mucho que hacer, pero una vez allí se sintieron más fuertes y Chil & Drac’s siguió creciendo, pegó el gran salto.

En 2012, Nicolás, el fundador y jefe de la familia, enfermó y falleció. Pero la fábrica no quedó huérfana, porque sus hijos, los mismos que ayudaron a su padre desde la adolescencia, quedaron completamente a cargo. Vanesa se capacitó para asumir las tareas administrativas y Alejandro la lucha con la producción, desde la fábrica.

La marca ya estaba impuesta en el mercado: papas fritas, palitos salados, bolitas de colores, pizzitas, batatas fritas, decenas de productos que se abrieron paso en un sector difícil y liderado por grandes marcas. Pero ellos compitieron con calidad y muy buenos precios.

Hasta se le animaron al pan dulce que llegaron a exportar a Uruguay y a otros lugares.

Hasta antes de la llegada de la pandemia el sueño más grande era poder exportar los snacks y tenían grandes posibilidades gracias a un trabajo exhaustivo que habían encarado. Hoy intentan «sobrevivir» a esta nueva tempestad. «Estuvimos varios días sin producir, hasta que pudimos reabrir la fabrica, pero es mínima la venta. Hay muchos negocios cerrados y el mercado está muy difícil. Ya veníamos de cuatro años complicados. El temor que tenemos es no saber si muchos de nuestros clientes van a poder subsistir a esta etapa, y quienes no estaban muy ordenados van a sufrir más. Por lo cual supongo que habrá un antes y un después del coronavirus. Estamos muy preocupados. Hoy la empresa tiene muy poca producción, tenemos 43 empleados y los costos de mantenimiento son muy altos», advirtió Vanesa Delre quien, como su padre, lejos de acobardarse, está pensando en diferentes formas de cómo salir adelante. «Hay que sobrevivir como sea», señaló.

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