Un detalle no menor es que participó de la caravana de la autonomía. Con su moto, apoyó y acompañó a esa masa heterogénea de jóvenes idealistas que ansiaban la independencia de nuestro distrito del de Quilmes.
Nacido en Berazategui, tenía tres hermanos. Hizo el primario en la escuela N° 5 y el secundario en la Técnica Albert Thomas de La Plata. Su primera profesión fue electrotécnico y con ese bastión entró a trabajar a Rigolleau, donde permaneció varios años. Sin embargo, tiempo después, y con la firme intención de «dejar algo para el futuro», estudió para Maestro Mayor de Obras aconsejado por el martillero Claudio Pantanetti, que le abrió las puertas para que desarrolle esta nueva idea.
Más tarde llegó el momento independizarse y abrió un estudio en Mitre y 14 de amplias dimensiones, frente a lo que es hoy el viejo edificio municipal. Solo años más tarde consiguió tener su propio local.
Fue uno de los primeros que abrazó la profesión. Y sus servicios eran requeridos en diferentes puntos del distrito, no solo como dibujante, sino también como un experimentado radicador de industrias en un Berazategui que crecía sin vacilar.
Sin duda Adalberto conoció y recorrió los puntos más recónditos del distrito. Incluso, fue durante muchos años presidente del Centro de Constructores de Berazategui.
Casado con María del Carmen Conde, tuvo tres hijos, el mayor -que sigue sus pasos- el arquitecto Daniel Tamburrano, su hija Evangelina, técnica química, y el más chico Adrián, ingeniero en Seguridad e Higiene.
Amante de los pájaros, era vecino del barrio San Francisco. Tenía en total seis nietos de quienes hablaba con sumo orgullo por sus logros. Él, que se impuso metas y que no importaba lo que costase, siempre lograba llegar al final.
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