Nada volverá a ser igual. Sin Ludovico Pérez, el arte no volverá a ser el mismo. Es así de claro. El gran maestro se despidió de este mundo a los 92 años y nos dejó un legado de obras deliciosas en diversas técnicas. Probó todo y nos hizo bailar con la nobleza de sus movimientos. Fue un creador infinito, pero ante todo un ser respetuoso y adorable. «Se fue un gran hombre», expresó su esposa, Norma Cistaro -otra artista entrañable- horas después de su partida en las redes sociales.
Se fue sin despedirse. «Ludo» como gustaban llamarlo sus amigos, fue pintor, grabador, dibujante, y maestro apasionado.
Ludovico había nacido en Rio Negro en 1929, pero desde muy joven se trasladó con su familia a la ciudad de Quilmes. Desde muy temprana edad se dio cuenta de su vocación y comenzó a tomar cursos y participar en concursos.
Trabajó con diversos materiales y técnicas: óleos, acuarelas, grabado, xilografía, dibujo…. Muchos dicen que sobresalió en el grabado, pero en general toda su obra es exquisita, carente de toda agresividad, buscando evitar oposiciones muy marcadas aún cuando elige una gama alta.
Producía su propio papiro, algo que ya estaba en desuso, pero que lo convirtió en el único fabricante de este material en el país. Las plantas, criadas en su propio jardín de Ranelagh, eran su sosiego.
Se había formado en la escuela de Artes Plásticas “Pio Collivadino”, y fue becado con fines de estudio en el Noroeste Argentino. Estudió en talleres de artistas y museos en Austria, Bélgica, España, Francia, Holanda e Inglaterra, y ni así dejó su sencillez y humildad, propia de los mas grandes.
Cumplió un rol clave como educador. Fue profesor fundador de dos instituciones de enseñanza en Artes Plásticas: la escuela “A. F. Sturla” (1963), en Avellaneda, y la Escuela “Oscar Albertazzi” (1971), en Formosa. También fue director en 1974 de la Escuela de Artes Plásticas, en Junín. A su vez, se desempeñó como docente por varios años en la Escuela Municipal de Bellas Artes “Carlos Morel” de Quilmes. Recibió incontables premios en salones nacionales e internacionales y fue representante en grabado de la Argentina en el IV Festival de Arte, en Cali. Participó en el VII, IX, X y XI Salón de Grabado “Carmen Arozena” de Madrid y formó parte del II Festival Nacional de Acuarela de Québec. Realizó, a su vez, numerosas exposiciones individuales en Canadá, Estados Unidos y las principales ciudades de Argentina.
También dirigió el Museo de Artes Visuales «Víctor Roverano» de Quilmes y fue declarado Ciudadano Ilustre en 2011, entre muchos otros reconocimientos.
«Se murió la humildad, se murió el genio, la bondad, la gentileza, el don de gentes, el MAESTRO. Un ser extraordinario, pocos, pocos quedan… murió Ludovico Pérez. Mi amigo de décadas. Murió Ludovico Pérez. Y quedó un vacío imposible de evitar», dijo en su mensaje de despedida el historiador Chalo Agnelli. La noticia de su fallecimiento caló hondo porque, a pesar de su avanzada edad, se lo veía activo y siempre sonriente.
Sus restos fueron velados en Casa Cuellas, pero sin duda su magnificencia perdurará para siempre.
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