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Karina del Savio, simplemente genial | lapalabradeberazategui.com.ar

El dibujo de la Venus de Milo no pasó desapercibido entre las imágenes que esa niña de tan solo 8 años plasmó sobre papel.

Entonces, ya sus profesores le habían recomendado formarse con los grupos mayores, pero Karina prefirió forjar su propio camino que mas tarde o mas temprano afloraría naturalmente. Su madre, una artista de pintura digital y cerámica, Nely O’Leary Giulio la estimuló desde pequeña a dibujar y leer, algo que incorporó a su vida como costumbre.

“Cuando yo era chica, me compraba pinturas, muchos lápices y libros. Con ella llegué a leer novelas de la escritora belga Margarita Yourcenar a los 13 años”, expresó Del Sabio, recordando su adolescencia marcada por una descendencia irlandesa, por una parte e italiana por otra. Su padre, Alfredo Del Savio, era nacido en Le Marche, Italia, y no entendía muy bien lo que la joven buscaba, pero lo respetaba, y acompañaba.

A los 20 años participó en la Escuela de Teatro de La Plata, y allí volvió a expresarse como artista, y a poder demostrar todo lo que tenía guardado.

Pero luego, su energía creativa la llevo a desembarcar en la Escuela de Vidrio de Berazategui donde arrancó simplemente como aprendiz. Con su empeño, no paso mucho tiempo hasta que ella misma pudiera  transmitir conocimientos desde la cátedra de Técnica de Materiales.

“Tenía un elefante delante de mis narices durante mi niñez, pero no captaba su real dimensión” expresó la artista ya formada y ahora sumamente valorada.

Karina se volcó de lleno a lo que sabía hacer, que seria luego su especialidad, y que detectó en el viejo edificio de Rigolleau,  descolorido por el tiempo “un gigante con una gran historia, donde hubo un director sensible y comprometido como Enrique Shaw con un grandioso Departamento de Arte que la ayudaría a crecer» hasta lograr nuevos horizontes.

Del Savio pudo nutrir también su formación con el aporte de los trabajadores de la Cristalería Cooperativa El Progreso, ubicada en Ezpeleta. La planta, que ha pasado por numerosas etapas sigue siendo reconocida por sus cristales modelados a mano y la calidad de sus vidrios refinados. Fue inaugurada en 1947 por antiguos operarios de Rigolleau, cuyo oficio fue transmitido de padres a hijos y nietos.

Primero llego a la  Real Fábrica La Granja, en Segovia, España. Y entre 2005 y 2010, presentó ocho muestras en el marco de la exhibición Sculpture Objects Functional Art and Design (SOFA), que es la meca a la que aspira todo artista de arte en vidrio, y se realiza en los Estados Unidos. Todo esto le permitió que  dos veces consecutivas, en 2015 y 2016 fuera nominada entre las cien mejores artistas de la especialidad en el mundo, algo que nos debe llenar de orgullo, porque ella siempre volvió. Y no la deslumbraron las luces del viejo continente tampoco.

Desde su hogar, en Ranelagh, ella sigue creando en la comodidad de su casa, las piezas más exquisitas.

Karina hoy visita seguido la Escuela de Vidrio, donde permanentemente es convocada para dictar seminarios internacionales, mientras tanto, controla a la distancia sus colecciones permanentes instaladas en Miami y en York, Inglaterra, y se inspira para moldear su próxima pieza artesanal.

Un arte con historia

El crecimiento de Berazategui, se vio marcado por el instalación de la fabrica Rigolleau, donde cientos de obreros se volcaron al trabajo de un oficio que era desconocido en estas latitudes pero convocados por la oportunidad laboral que les proponía la ambiciosa iniciativa del pionero francés León Rigolleau, familias enteras se encolumnaron detrás del notorio desarrollo de la producción de vidrio e incluso llegaron para radicarse en una ciudad que crecía hasta entonces muy lentamente.

Y de ese multitudinario universo de operarios, que aprendieron a manejar las cañas de soplado, a trabajar en moldes y con herramientas diversas  surgió una amplia gama de creadores de arte en vidrio, una tradición que quedo grabada en el alma de todo un pueblo, que más de un siglo después no muere gracias a decenas de herederos.

Dos de esos creadores son la diseñadora Lucrecia Moyano y el tornero polaco Félix Berdiyskak que supieron amalgamar las tareas cotidianas que les demandaba la fábrica con el talento creativo para moldear la materia prima y lograr admirables piezas artísticas. El sector más moderno y luminoso del Complejo Municipal San Francisco parece ser el lugar más acertado para admirar las obras de Lucrecia Moyano y Félix Berdiyskak, los máximos referentes que engalanan la colección exhibida en el Museo del Vidrio.

Las piezas de Lucrecia se caracterizan por la decoración con burbujas, y las de Félix se destacan por la observación y réplica de figuras presentadas en moldes de yeso, tienen marcadas diferencias y tienen su sello propio. Obras de ambos están exhibidas en el Complejo Cultural San Francisco, en 23 y 149 donde  funciona la Escuela Municipal del Arte en Vidrio, y por donde pasaron decenas de creadores que adoraron esta disciplina, y que no vienen solo de Berazategui sino que arriban desde distintas regiones del país e incluso del exterior. Allí se perfeccionan en Moldería, Serigrafía, Técnicas de Vitrales, Reciclado de Vidrio, Joyería y Pantallas, entre otras materias. Y se realizan en la carrera de dos años de duración de la Tecnicatura en Vidrio Artístico.

Cabe destacar que el catálogo de nombres fuertes que resuenan en las salas del museo también abarca a las consagradas artistas Karina del Savio y Miriam Di Fiore y un respetable staff de obreros de Rigolleau, devenidos artistas anónimos que decidieron donar sus obras al museo, por amor al arte y a su tierra suburbana.

Hace muy poco Karina visitó el Instituto San Martín, donde expuso sus obras y narró a los alumnos y docentes sus experiencias, dentro y fuera del país. Su sencillez y su facilidad para explicar los procesos del vidrio, esos que conoce muy bien, son dos condiciones altamente valoradas. Brinda cursos diversos y para esto es invitada a muchos lugares. Sin duda, la capacidad creativa de esta joven artista no tiene límites.

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