“En principio hicimos gestiones ante el Servicio Penitenciario provincial  para aprender a ser guías de perros, porque queríamos conseguir un perro con las cualidades necesarias para poder llevar a cabo la tarea de búsqueda de personas. Por suerte nos escucharon”, explicó Marcelo Romero, director de Defensa Civil municipal, quien trabaja junto Alejandro Cabrera. Ambos se entrenaron y al concluir se llevaron una sorpresa: «Queríamos tener una certificación en búsqueda, lo que nos faltaba era capacitarnos para adiestrar un animal y el servicio penitenciario. Lo hicimos en la Unidad de Olmos. Agradecemos tanto al secretario de seguridad Raúl Torres como a Marcelo Siesksa, que nos permitieron esa experiencia», sostuvo Romero, quien destacó que cuando terminaron ese entrenamiento les entregaron a Ruffo como, «que ya estaba entrenado. Ahora podemos actuar juntos. Estamos muy agradecidos por brindarnos la ayuda necesaria y por haber confiado en nosotros».   

“Ruffo aún no hizo búsquedas reales. Por el momento se encuentra en etapa de entrenamiento y hay que hacer continuas prácticas para que el animal esté siempre activo. Estamos trabajando en la costa de Hudson y en el Parque Pereyra Iraola. Tres veces por semana al menos salimos a hacer un rastreo corto de entrenamiento. Próximamente lo hará también en espacios urbanos”, destacó Romero, quien además detalló cómo se esta realiza este proceso: “Se levanta un rastro, que puede ser una prenda de una persona . Se lo presentamos para que lo huela e inmediatamente el animal inicia la búsqueda en distancias de cerca de 1500 metros. Tardamos entre 15 y 20 minutos en culminar la misión, dependiendo de los factores climáticos. Realmente lo hace muy bien”, confió.

Se buscaron espacios donde el perro tenga que vincularse con diferentes sonidos, personas y superficies. En la etapa siguiente entra en juego el olfato, con la consecuente diferenciación de olores. Por lo general, con el tiempo y de acuerdo con las reacciones del animal, se elige la especialidad que tendrá. En el caso de Ruffo se especializará en la búsqueda y rastreo de personas extraviadas.

Antiguamente eran utilizados para la caza mayor como la búsqueda de ciervos y jabalíes; después venía la jauría para el ataque. «No es ofensivo, es muy cariñoso, sociable y se lleva muy bien con los chicos, un aspecto muy importante porque se supone que, en el momento de la búsqueda, hay mucha gente alrededor y entonces tiene que ser sociable y no ser agresivo con nadie».

Según los especialistas, los Weimaraner son una raza de caza, sensibles, activos y enérgicos, con un extenso historial de cacería, a la vez que son amables y pacientes. “Es una de las más aptas para llevar a cabo la tarea de búsqueda de personas”. Por otra parte, la capacidad que desarrollan los perros entrenados para la identificación de olor humano, tanto en objetos como en lugares, permite complementar la labor de agentes especializados en materia de rastreo de personas perdidas.

“Me entusiasma ver cómo trabaja. Tiene un lenguaje corporal increíble, hay que ver cómo se manifiesta y nos permite saber si perdió o no el rastro”, destacó Romero. En cuanto a su alimentación, explica que los perros de trabajo son abastecidos diariamente con alimento balanceado, ya que la comida casera es utilizada como premio cada vez que logra un objetivo. “Ruffo está entrenado con una recompensa, que es un alimento casero. A él particularmente le damos guisado de carne, porque sabemos que es glotón y eso lo motiva a la búsqueda”, contó Romero.

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