En la sociedad actual podemos percibir cómo está sobrevalorado el papel que ocupa el “estar ocupado”. Por este motivo los adultos día a día acrecentamos nuestras responsabilidades y nuestras actividades.
Las infancias no escapan de esta situación, por lo que las personas suelen expresar, al hacer referencia a sus hijos/as: “cuánto más ocupado esté mejor”, “es muy activo, tiene que hacer varias cosas para descargar su energía”, etc. Esto acarrea ver con frecuencia niños y niñas sobre estimulados, estresados, y, por ende, deficitarios en su capacidad de aprender. No obstante, así como está sobrevalorado el “estar ocupado”, lo está el “ser exitoso”, motivo por el cual no sólo se exige a los infantes que hagan múltiples tareas, inclusive a veces superando las ocho horas de trabajo del común de los adultos, si no que además se les exige que se destaquen y sean “triunfadores” en cada acción emprendida.
Es momento de derribar falsas creencias y preguntarse verdaderamente cuán malo ha de ser el aburrimiento en las infancias. Déjenme decirles que el aburrimiento y el ocio son parte esencial del desarrollo cognitivo de los/as niños/as. Mientras que el primero favorece el desarrollo de la creatividad, la resolución de conflictos y da lugar a la fantasía; el segundo de los términos posibilita la pausa, el límite al propio cuerpo y el descanso, el cual es tan esencial como la alimentación para vivir.
Ahora bien, qué rol deben desempeñar los adultos en este escenario. En primer término, deben convencerse de que no pueden entretener a los/as niños/as las veinticuatro horas del día, no son bufones de sus hijos/as y tampoco amigos de ellos. Al mismo tiempo será favorecedor que los acompañen en la búsqueda de soluciones ante la frustración que les puede generar el “no hacer nada”. De esta manera invitarlos a pensar por sí mismos podría ser estratégico. Por tal motivo será positivo que el hogar pueda contar con menos recursos tecnológicos y más materiales lúdicos u otros como, por ejemplo, telas, papeles, crayones, plastilina, pinceles, acuarelas, etc. A partir de esos instrumentos, un retazo de tela podrá convertirse en la capa de un superhéroe yun pincel en la varita mágica de una bruja.
Por otro lado, será fundamental el discurso que los adultos manejen en sus hogares. Por lo que si, por ejemplo, ven a un niño/a recostada/o en el sillón será importante evitar comentarios como “¿estas aburrido?”. Pues si queremos naturalizar este y generar que los niños/as convivan con él por los beneficios que aporta, será negativo y contradictorio que desde los tutores se perciba el mismo como símbolo de debilidad, decaimiento, malestar, etc.
Prof. Lic María Julieta Amendolara
Psicopedagoga
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