Desde el anonimato, abocadas a sus profesiones, pudieron estar en el frente de batalla y volver para contarlo. Ellas, que no fueron mencionadas hasta hace una década, nunca persiguieron homenajes. Y su único objetivo fue haber sido convocadas  para defender el territorio nacional en aquellas extrañas tierras con lo más fuerte que tenían: sus convicciones.

Silvia Barrera es instrumentadora quirúrgica y fue una de esas maravillosas mujeres que no tenían miedo, o tal vez sí, pero sabían que podían aportar sus conocimientos a una guerra que costaba muchas vidas argentinas.

A sus 23 años,  cuando trabajaba en el Hospital Militar, las autoridades de entonces pidieron voluntarios para trabajar en un barco que atendía a los soldados abatidos en el conflicto. Corría el año 1982 y el 6 de junio hicieron el pedido. Esa misma noche Silvia y cinco compañeras más se llevaron sus bolsos de instrumentistas y un pasaje en la mano que las llevaría hasta el buque hospital Almirante Irizar. Allí, a unos 100 metros de las islas, ejercieron sus labores día y noche, hasta el fin de la contienda.

«Fue una experiencia enriquecedora como profesional. Aprendimos a manejar la urgencia, la ansiedad. Nos permitió afianzarnos para ser capaces de resolver la tarea incluso con la mayor tensión. Había  no solo que asistir a los médicos, sino también acompañar los postoperatorios, y seguíamos el tratamiento de los soldados que venían con pie de trinchera, con miembros inferiores congelados porque habían pasado días en el frio de los pozos. Realmente nos cambió la vida», explicó Barrera, que aún recuerda el temor que expresó su mamá al conocer la noticia de su partida.

Cuando participó de Malvinas hacía cuatro años que trabajaba en el Hospital Militar Central y vivía en San Martín.

La relación con sus compañeras perduró en el tiempo, más allá de las distancias. Juntas fueron a la guerra y juntas emprendieron la vida después de la batalla, lo que no fue nada fácil, ya que en los años siguientes resultó muy complejo enfrentar lo vivido cuando nadie quería ni siquiera recordarlo.

«Volvimos como escondidas, ni se hablaba del tema hasta hace pocos años cuando pudimos contar lo que vivimos, lo mismo les pasó a los soldados. Fuimos silenciados hasta que el tema Malvinas comenzó a dejar de negarse», explicó Barrera, que se casó y tuvo cuatro hijos, pero no dejó de verse con sus colegas y otras 16 mujeres que fueron radioperadoras del Irizar y otros buques que estuvieron próximos a la batalla.

Barrera hoy da charlas en todo el país y es convocada para compartir sus experiencias. Esta semana, por ejemplo, está en la provincia de La Pampa y participará de una vigilia de veteranos. «En el interior Malvinas es un tema que aún hoy sigue muy vivo, el recuerdo de los soldados, de los que volvieron y los que no lo lograron.»

¿Cómo recuperar Malvinas? Ella tiene su propia idea. «Con diplomacia, con una buena gestión de parte del gobierno nacional. Es la única forma. La guerra nos mostró la importancia estratégica y económica que tiene ese lugar y por eso los ingleses lo van a defender mientras puedan. El problema es que si antes era difícil,  más lo será ahora con un panorama internacional tan sombrío».

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