Su hundimiento se convirtió en la mayor tragedia naval de la historia de la Armada Argentina, pero también en una de sus mayores pruebas de heroísmo. Con fuertes temporales y temperaturas extremas, en menos de 48 horas fueron rescatados más de 700 tripulantes que sobrevivieron al hundimiento, ese fatídico 2 de mayo de 1982 cuando el ARA “General Belgrano» fue atacado por el submarino nuclear inglés HMS «Conqueror», que lanzó tres torpedos y dos dieron en el blanco, en momentos en que navegaba a 35 millas al sur de la zona de exclusión determinada por Gran Bretaña alrededor de las Islas Malvinas. Si, los daños fueron irreversibles.

Murieron 323 de sus 1093 tripulantes y, como detalle, es el único barco hundido por un submarino nuclear en tiempos de guerra. Pensemos que en pocos minutos de horror dieron su vida casi la mitad de las 649 bajas argentinas en los 74 días de guerra. El inmenso valor de los marinos, no solo de los que perecieron en las aguas heladas sino de los que pudieron subir a los 62 botes de auxilio. Claro que las simples cifras no revelan el verdadero infierno, porque sólo el primer torpedo mató a 274 hombres. Eran  poco después de las cinco de la tarde cuando el Belgrano se sumergió para siempre en el mar profundo.

Era un viejo luchador de 185 metros de largo de eslora. Tenía entonces apenas 44 años. Fue construido en Nueva York y entró en servicio en marzo de 1938 con su primer nombre: Phoenix. Estuvo anclado en la bahía de Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, y salió indemne del brutal bombardeo japonés. Hubo cuatro acorazados hundidos, nueve buques dañados, y 2403 norteamericanos muertos. Luego, en 1951, la Argentina lo compró, lo bautizó 17 de octubre, y más tarde recibió su nombre definitivo: «ARA General Belgrano».

Lo que son las coincidencias – o el destino- porque Pedro Luis Galazi, su segundo comandante en el último y fatal viaje, nació el 12 de marzo de 1938, el mismo día, mes y año en que fue botado el Belgrano.

A 40 años del hundimiento, Galazi dialogó con La Palabra y contó: «Estaba en pleno mantenimiento y con su dotación reducida a no más de cuatrocientos hombres. Pero en la madrugada del 15 o 16 de marzo nos llamaron del Comando de la Flota de Mar. Fue una reunión urgente. De a poco la Armada destinó más hombres, y llegamos a los 1091. Y el 4 o 5 de abril nos ordenaron apurar las reparaciones para zarpar hacia la zona de la Isla de los Estados, y esperar órdenes».

Según este ameno y emblemático marino, «la tripulación era muy heterogénea. Había de distintas edades, distintos grados de adiestramiento e incluso conscriptos que cumplían su segundo año de servicio, sin ninguna experiencia… muchos no sabían nadar. Se que en una tragedia semejante es imposible pensar en nada. Sólo en la acción concreta. No hay tiempo para más. Pero hoy, cuando me encuentro con algún sobreviviente, nos abrazamos y lloramos….»

Tranquilo, hoy desde la tranquilidad de su casa, cuenta parte de su historia. «Una historia que cada uno vive de una manera particular, según de qué lugar este. Para mí el Belgrano no es un solo día, el 2 de mayo, son todos los días, es un recuerdo vivo, latente, con la misma intensidad que hace 40 años».

Galazi, oriundo de Trenque Lauquen, hacía dos meses que había sido destinado a ese Crucero. ÉL fue quien dio la orden final de dejar el barco y aun recuerda en sus pupilas la valentía de todos esos hombres que acataron las ordenes hasta el final. «No hubo gritos, ni desesperación. Todos hicieron lo que debían hasta el ultimo momento, en que no se podía esperar nada más».

La vida les cambió por completo. Galazi se retiró en los 90, aunque muchos de los que volvieron lo hicieron mucho antes. «Muchos pidieron el retiro, otros quedaron muy mal, otros se fueron apagando. Este último 2 de mayo despedimos al contramaestre Moyano, en La Chacarita. Con algo más de 150 seguimos en contacto y hasta antes de la pandemia hacíamos algunas reuniones, pero hay que pensar que muchos tienen una edad avanzada y ya no están en condiciones de moverse mucho».

Galazi es desde hace tres años presidente de la Asociación de Amigos del Crucero General Belgrano, una entidad que tiene 36 años.  Antes de su retiro estuvo varios años en el Buque Escuela Fragata Libertad. Este hombre fue quien guió y organizó  a los ocupantes del Crucero antes de la embestida final. Según expertos, gracias a esas maniobras de entrenamiento, muchos pudieron salir con vida del lugar. Algo que no debería pasar desapercibido.

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