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Lidia Czitrom: «Lo más difícil de la tercera edad es la soledad» | lapalabradeberazategui.com.ar

“Lo más difícil de la tercera edad es la soledad”, expresó Lidia Fanny Czitrom, vecina del barrio Juan el Bueno. Tiene 86 años, una actitud y una fortaleza que es inocultable. Y aunque pertenece a una familia ancestral judía, pasó la mayor parte de su vida sin practicar ninguna religión. Sin embargo, había algo que le faltaba, que le “le hacía ruido”, y por eso volvió a sus raíces.

“En un momento de mi vida, por cuestiones personales, alquilé en Capital Federal y me acerqué a la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), donde comencé a frecuentar el lugar y participar de sus encuentros. Ahí me reconocí y entendí muchas de las cosas que me pasaban”, contó la mujer.

Con el tiempo volvió a vivir a Berazategui, a su casa… pero no cortó con todo eso que la identificaba. 

Ya jubilada desde hace años, participa del Centro de Día que ofrece esta institución de la mano de PAMI (Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados). Es un lugar donde los adultos mayores son asistidos varias veces a la semana, y tienen diferentes actividades recreativas y culturales.

Manifestación pacifica

El 15 de junio, Lidia, junto a un interesante grupo de ciudadanos que están transitando la tercera edad, se manifestaron en forma pacífica. Fue en el Día Internacional contra el Abuso y la Violencia a la Vejez, instaurado en 2015 por la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores. Allí  entregaron libros de lectura fácil que hablan de los derechos que tienen las personas mayores y advierten sobre una serie de factores que pueden estar sucediendo a espaldas de una sociedad que generalmente no los cuida.

El lugar elegido fue la plaza situada frente al Hospital de Clínicas, sobre avenida Córdoba, a pasos de la sede de la AMIA. “Nos agrupamos junto con otras asociaciones del país donde todos sentíamos lo mismo: la necesidad de hablar sobre el  maltrato a la vejez y todo lo que nos preocupa”, describió Lidia que habla de ese día como un antes y un después. No era un grupo pidiendo un mejor salario (solamente), pedían mejor asistencia médica, oportunidades recreativas, respeto y reglas que los hagan sentir más cerca de una sociedad que al llegar a cierta edad comienza a “rechazar”. “Fue emocionante. Se acercó mucha gente. Lo importante fue visibilizar una realidad que parece que nadie quiere ver”, reconoció Lidia.

Sus padres eran de origen húngaro, de Budapest, que llegaron al país en 1926 cuando ya había un clima enrarecido en Europa contra los judíos. Lidia nació en 1937, cuando el avance antisemita se profundizaba y el resto de su familia fallecía en los campos de concentración. Allí desaparecieron generaciones de judíos de la forma más cruel y salvaje.

La joven conoció a su esposo, un descendiente de italianos, en el Circulo Italiano de Berazategui, donde funcionaba un bailable. Se casaron y tuvieron dos hijos.

“Siempre se habló en mi casa de lo que pasó con los judíos, mis padres recordaban que vinieron perseguidos, alejándose como podían del genocidio. Recuerdo que mi mamá hasta el ultimo día de su vida, lloraba por cómo habían fallecidos sus seres queridos. Mis padres, por temor me imagino, querían ocultar que eran judíos por todo lo que pasaba, y me mandaron a un colegio cristiano, de monjas, ubicado en Bernal. Pero allí nunca me sentí cómoda y siempre algo me hacía ruido, sobre todo cuando había que comulgar”, admitió Lidia, que pasó por varios trabajos mientras criaba a sus hijos.

“No obstante era imposible ocultar el apellido hebreo, los rasgos y la fisonomía dominantes, cada pueblo tiene la suya- advirtió-. Después de lo que sucedió el judío se esparció por todas partes, pero no siempre reconoció que era de la colectividad. Aquí en Berazategui conocí a algunos, pero ninguno practicaba”.

Pasados los años, Lidia sintió la necesidad de volver a sus raíces y en la vejez comenzó en el Centro de Día que la AMIA tiene especialmente para amparar y acompañar a la tercera edad. Concurre tres veces por semana y allí participa de innumerables actividades que solo se cortaron por la pandemia. “Hace 12 años que asisto y me cambió la vida. Es único, incomparable. Hablamos de literatura, de música, se estudia mucho. Todos los días hay actividades como gimnasia, aeróbico, yoga, tai chi, pero participamos solo de lo que nos interesa. Van unas 300 personas y no solo es para la colectividad, es el Centro de Integración de Adultos Mayores (CCIAM).”

Hace un año Lidia pasó por la experiencia más dolorosa de su vida. Perdió a uno de sus hijos en un accidente de tránsito. Un reconocido periodista de Berazategui que llegando de sus vacaciones, a bordo de un remis que lo traía de Aeroparque, participó de una coalición vehicular y falleció al instante. Por esa razón, Lidia conlleva esa pérdida irreparable y se aferra hoy más que nunca a este grupo de apoyo.

“Asisto al Centro de Día para mitigar el enorme dolor que siento en lo más profundo, luego de la pérdida de mi hijo Claudio. La gente se mostró muy afectiva y me acompañaron desde el primer momento,  sabiendo que es lo peor que le puede suceder a una madre: perder a su hijo: lo normal es que sea al revés. Ellos supieron escucharme. Ahí encuentro pequeñas gratificaciones que me consuelan y llego a casa más resignada y renovada, con ganas de seguir adelante”, expresó.

Hace radiotreatro, improvisación, literatura. “Hay mucha variedad de opciones. Estamos desde las 9 a las 15, y me vienen a buscar en remis, porque a mi edad es muy problemático el transporte. Hay gente de hasta 95 años que asiste. Desayunamos, almorzamos a las 12 y a las 15 tenemos la merienda. Antes de la pandemia incluso íbamos a pasear y a hacer otras actividades en Hacoaj, un centro náutico deportivo maravilloso donde se practican toda clase de deportes, pero ya no vamos. También se recuerdan todas las fechas patrias”, reconoció Lidia.

“Concurre mucha gente con diferentes problemas. Hay trabajadoras sociales que están con nosotros. Por suerte conocemos muchas agrupaciones que se están ocupando de la tercera edad, también hay refugios especialmente dedicados a la gente maltratada y donde le dan la oportunidad de exponer sus dramas y estar en un lugar seguro para evitar represalias”.

Lidia expuso que “La AMIA es la única entidad reconocida dentro del territorio nacional que se manifestó contra una realidad que padece la gente de la tercera edad. Todos sabemos que la violencia es de siempre, hoy se habla mucho de maltrato pero es más común de lo que se cree. Lamentablemente abarca a toda la sociedad, no solo a los estamentos sociales mas bajos, hay que estar más con los adultos mayores, vigilar los geriátricos, etc”, pidió.

Aun a pesar de sus penas, Lidia avanza y piensa en educar a los demás. “En mi casa siempre hubo muchos libros, como sucede en la casa de cualquier judío. Por eso mi deseo actualmente es donar todo el material bibliográfico que tengo para que otro lo aproveche. Un libro perdido en una biblioteca no le hace bien a nadie, en las manos de una persona puede ser maravilloso”, indicó la mujer, orgullosa de lo que es y con muchísimas inquietudes que hoy, a pesar de las ocho décadas, la siguen abrazando.

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