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Asiste a 500 chicos y va por más | lapalabradeberazategui.com.ar

Aquino tiene 46 años y llegó a Argentina para acompañar a su mamá, quien trabajaba como empleada doméstica en nuestro país. Si bien durante su adolescencia retornó a su país natal durante unos años, a los 19 se instaló definitivamente en nuestro país. Primero en Ciudad de Buenos Aires y luego en varias localidades del conurbano, hasta que finalmente llegó a El Pato.

Madre de tres hijos, todos ellos bomberos voluntarios, y con sus respectivos trabajos, Graciela decidió comenzar a ayudar a los niños de El Pato inspirada en José Antonio, un cartonero que “Venía a casa a traerle a uno de mis hijos todo lo que encontraba de Boca Juniors: remeras, camisetas, gorros… todo. Hasta que un día se enfermó y dejó de venir. Ahí comenzamos a juntar cosas para ayudarlo a él», relata Graciela.

«La gente nos traía colchones, frazadas, alimentos, ropa, de todo. Hasta que finalmente Antonio falleció y la gente nos seguía trayendo cosas, sobre todo alimentos… no sabíamos qué hacer con todo eso», cuenta la mujer, que con todos los alimentos que le donaban decidió abrir un comedor en el fondo de la casa y preparar una comida para los chicos del barrio. «Abrimos el 16 de agosto de 2012. Ese día hicimos fideos con tuco para 40 chicos. Cuando terminaron de comer me preguntaron si al otro día podían volver, y no podía decirles que no, asique al otro día cocinamos y así seguimos hasta hoy», recuerda Aquino.

Ocho años después, el comedor San José mutó a algo mucho más grande. Hoy son 500 chicos (entre niños y adolescentes) los que asisten para poder tener un plato de comida o tomar algo caliente: «Son tantos que ya no entramos en el comedor, tuvimos que dividirlos en tandas para que nadie se quede sin comer», cuenta Graciela, que además organiza los festejos de Navidad, Reyes o del Día del niño para que todos se lleven algún juguete.

«Los martes y jueves funciona el comedor y el merendero. Lunes, miércoles y viernes les enseño a los chicos a hacer panificados: pan, pastafrola, bizcochos, todo como para que lo hagan en sus casas y puedan tener la opción de salir a vender», cuenta Graciela. De esos cursos participan unos 40 adolescentes, de entre 14 y 18 años, que aprenden un oficio y pueden tener así una forma de llevar dinero a sus hogares.

Además, los sábados se da catecismo a todos los que quieran participar. «Trato de que no sea solo un comedor, sino que se vayan con conocimientos”, dice, y agrega que “además damos clases particulares y hay curso de Fines para los más grandes», se enorgullece.

Graciela aclara que todo se hace con lo que aportan los vecinos, y que no acepta ayuda de ningún político. «Cuando vienen a sacarse una foto no me interesa, yo hago todo con lo que la gente me trae por su cuenta, sin banderas», aclara.

«Acá viene gente de todo El Pato, pero también gente de Florencio Varela, que no tiene para comprar un paquete de yerba o de azúcar. De acá algo se llevan», cuenta Graciela. «Lo hago de corazón, cuando vienen a buscar, algo siempre se van a llevar, para mí esa es una misión cumplida. Esta semana por ejemplo entregamos útiles escolares que nos habían donado. Como son muchos chicos, a algunos no teníamos qué darle, hasta que apareció gente que nos trajo más cosas y pudimos darle a cada uno una mochila o algunos útiles».

El comedor San José funciona todo a pulmón, sin la ayuda del Estado y con el empuje de los vecinos. Los días de lluvia o frío, cuando los chicos no pueden llegar al comedor por el barro que se acumula en las calles sin veredas, Graciela y un grupo de ayudantes salen con las ollas, casa por casa, a repartir el almuerzo o el mate cocido con tortas fritas.

A veces, esas recorridas son “Con lágrimas en los ojos, porque ni los animales viven así como la gente vive en mi barrio», asegura esta mujer que, como si fuera poco lo que hace, tiene un sueño que involucra, claro está, a los más chicos: «Mi sueño sería construir un jardín de infantes. Hay muchos chicos que no están escolarizados, asique mi sueño es ese, que no dejen de estudiar. Ojalá algún día se pueda».

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