La gran cantidad de motos sin control de ruido, escapes libres y parlantes a gran volumen son los principales causantes de un ambiente sonoro que excede los niveles saludables y afecta la salud mental y física de las personas. Recientes estudios confirmaron que en algunas zonas de la Ciudad de Buenos Aires los decibeles alcanzan los 70 dB, muy por encima del umbral de 50 dB recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de los 45 dB indicados en las ordenanzas municipales para una mejor calidad de vida.

Andrea Gloria Barreira, otoneuróloga, detalló los impactos de este fenómeno y soltó: «Veo todo el tiempo pacientes al límite de su resistencia nerviosa, afectados por el ruido. Me manifiestan que les cuesta salir a la calle y demandan antidepresivos. También es común que lleguen chicos que se niegan a ir a la escuela». Los ruidos extremos son causa de desórdenes auditivos como el tinnitus, un zumbido o silbido persistente que aparece con la pérdida de audición y provoca un deterioro en la calidad de vida. Este tipo de contaminación sonora puede llevar a las personas al límite de su resistencia emocional y psicológica.

La hipersensibilidad a los ruidos o «hiperacusia» es otro de los efectos comunes entre las personas expuestas al ruido crónico. En estos casos, el estrés y la ansiedad aumentan, generando diversas respuestas físicas y emocionales al sonido. A ello se suma la «misofonía», una reacción negativa que algunas personas desarrollan ante sonidos específicos y que se intensifica en un entorno sonoro hostil. Según los expertos, las personas con autismo y otras condiciones neurológicas son especialmente sensibles, ya que los ruidos fuertes interfieren en sus actividades diarias y de integración, aumentando el impacto en su salud física y mental.

El exceso de motos y la falta de reglas que controlen su ruido son factores clave del problema. A esto se suman la economía y la rapidez de las motos como medio de transporte, mientras los controles de ruido quedan en segundo plano. Además, muchos conductores no se preocupan por cómo afecta este ruido a los demás, lo que hace más difícil reducir este problema que ya afecta a miles de personas.

Diversos estudios señalan que la exposición constante a niveles de ruido por encima de los 50 dB se relaciona con trastornos del sueño, alteraciones cardiovasculares y metabólicas, cefaleas, irritabilidad y agresividad. En casos extremos, el ruido también contribuye a una baja calidad de vida que puede derivar en condiciones más severas, como el deterioro de la salud mental.

Para quienes ya sufren daños en el oído interno debido a explosiones o ruidos de alta intensidad, la situación se vuelve aún más complicada, ya que la combinación de los ruidos externos con tinnitus (acúfenos) contribuye a un «estrés por ruido» generalizado. Las terapias conductuales y las técnicas de relajación son algunas de las alternativas que recomiendan los especialistas, aunque subrayan la necesidad urgente de políticas de control de ruido y campañas de concienciación para aliviar el impacto de la contaminación sonora en el AMBA.

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