También los grupos de ventas por internet de artículos de segunda mano se multiplicaron de a cientos en el último año. Son todos hijos de los mismos males.
Muchísimas familias hoy viven gracias a la venta de productos usados, sea ropa, electrodomésticos, herramientas, etc. Las ferias encontraron lugares nuevos donde exhibirse. Y aunque en Berazategui hay ciertos controles que impiden que estas se propaguen, ya se ven en algunos barrios puntuales, los lugares más postergados, donde encuentran clientes más fácilmente.
La semana pasada, por ejemplo, varias familias expusieron en la plaza ubicada en 14 y avenida Fangio, prendas nuevas y usadas. Por la tarde, cerca de las tres, alrededor de diez personas «tiraron las mantas» como dicen en la jerga, y mostraron su «mercadería» . Había de todo un poco, desde ropa para bebés hasta para niños y adultos, calzado usado y algunos artículos de belleza corporal, como desodorantes y perfumes de venta por catálogo. «No tenemos trabajo, vendemos por internet cosas que la gente nos da o que compramos por lote a menor precio. Con eso la vamos pedaleando», contó Silvana, una de las vendedoras.
Todos utilizan las redes para incrementar sus ventas. Incluso es una forma de conseguir donaciones que después ponen a la venta.
Jorge, que tiene una compra venta en barrio Belgrano, cuenta que tiene un poco de todo. «Empecé con tres estufas y una cocina. Me las traen para vender, a veces las pinto, las limpio y las revendo. Tengo cosas en consignación o cosas que me traen y me venden. Hoy hay mucho rebusque», aseguró.
Varias casas se convirtieron en depósitos de cosas que después se ponen a la venta. «Vendo por internet y cuando tengo el auto en condiciones voy a alguna feria de Varela o Solano. Te mata cuando llueve, porque pasan varios días que no sale nada», dice Alberto, quien solía concurrir a la feria del Parque Pereyra antes de que se levantara por imposición judicial. «Era la fuente de trabajo de muchísima gente que después se quedó sin nada; la pasamos mal. Nosotros vendíamos ropa y vivíamos relativamente bien. Ahora está todo muy complicado y encima todo esta carísimo. Allá teníamos clientes fijos y nos vendíamos entre los propios comerciantes de la feria».
Sonia está en barrio Luchetti. «Primero puse a la venta la ropa que no usaba, después empecé a permutar y ahora voy y compro lotes de ropa de segunda mano. Con eso vivo, cuidándome mucho claro, pero mantengo a mis hijos desde que mi marido se fue».
La mayoría tiene alguna ayuda del gobierno que, sumado al dinero que entra por este tipo de ventas, les permite sobrevivir. Algunas mujeres que pertenecían al servicio doméstico se inclinaron por esta fuente de ingresos luego de la pandemia. «Viajaba a Capital dos veces por semana. Cuando cerró todo no tenía qué comer y vendía la ropa que me daban. Creí que era solo por un tiempo, pero se convirtió en algo estable. La gente me encarga y de tanto en tanto hasta traigo cosas nuevas o hago alguna manualidad y la expongo».
Por otro lado, se propagaron los particulares que ofrecen pan casero y cosas dulces para la merienda en carteles en la vía publica. «Lo hacía para mi familia y amigos, pero me di cuenta que podía ayudarme a llegar a fin de mes. Hago tortas fritas, panes caseros, y alguna pasta frola. Generalmente vendo todo. Lo pongo a buen precio para que la gente vuelva y hasta me encargan en la semana para poder llevarse el fin de semana».
En época de crisis el ingenio humano se pone en marcha y no tiene desperdicio.
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