Era hijo de inmigrantes, no sabía leer ni escribir, pero logró todo gracias al boxeo. Se coronó en Tokio en 1966 y dos años después decidió dejar la actividad: “Si me retiro ahora, seré campeón mundial por siempre”, le dijo a Tito Lectoure. Tenía paciencia, coraje y una voluntad de acero. Lo apodaban “Roquiño” y se consagró en marzo de 1966, al vencer por puntos, después de 15 rounds, al japonés Katsuyoshi Takayama. Fue recibido por el presidente Arturo Illia en la Casa Rosada: “Cumplí, señor presidente, traje la corona mundial”.
Simbolizó la vida de tantos boxeadores, aquellos que habían pasado todas las privaciones hasta encontrar allí una salida. Había nacido en Villa Diamante, en una de las zonas más postergadas de Lanús, y siempre contó que pasó su infancia entre el trabajo de “botellero” y directamente “ciruja”. Llegó a probarse en las inferiores de Racing y dejó el colegio muy pronto.
«Yo sabía lo que era la miseria, el hambre, las manos vacías. Por eso intenté abrirme camino en la vida, siempre andando derecho y aprendiendo de los errores. Así fue que buscando ser alguien, trabajé en un circo desde los 9 hasta los 17 años. Hacía de todo. Era trapecista en una época en la que no se usaba red de protección, si te equivocabas terminabas en el piso. También era faquir. Cubría todas las especialidades, trabajaba de viernes a domingos y con lo que me pagaban, sobrevivía”, contaba.
Había totalizado 75 triunfos (34 por nocaut), 8 empates y apenas 2 derrotas. Una de ellas con Burruni en Cagliari (muy polémica) y la otra por nocaut técnico con el japonés Kiyoshi Tanabe, en 1967 en Tokio, sin poner en juego el título: fue por una herida en el arco superciliar izquierdo.
Estaba casado con Ana María, con quien tuvieron cuatro hijos. Abrió una cadena de locales de venta de ropa deportiva que llevaba su nombre, y una de esas sucursales estaba situada en Berazategui, en una esquina legendaria, 14 y 148, donde estuvo varios años. Sufrió mucho en las últimas décadas: asaltos a sus negocios -uno de ellos con toma de rehenes- el fallecimiento de una de sus hijas, de tan solo 25 años, y la llegada del alzheimer, que terminó con su vida.
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