Esta semana supimos de la partida del doctor Horacio Pedrueza, que en abril hubiese cumplido 87 años. La noticia produjo una enorme conmoción. Fue un profesional dedicado, que dejó, sin dudas, su huella en varias generaciones que adoraban su forma de ser y confiaron infinitamente en su profesionalismo. También generó un inmenso dolor en la comunidad médica.
Según recuerdos de su propio hijo Fernando, Horacio había nacido en Bahía San Blas, e hizo la primaria con su padre Isidoro, que era el maestro del pueblo. A los 12 años tuvo que radicarse en Carmen de Patagones para hacer el secundario y a los 18 decidió ir a La Plata para estudiar medicina, donde conoció a su esposa, Susana, con quien tuvieron a Alejandra, Fernando y Javier, y que lo acompañó en los últimos 60 años.
La vida le depararía muchísimas experiencias buenas y malas. A los 36 años un accidente de auto le fracturó la cadera y la pelvis, y lo obligó a mantenerse postrado por un tiempo. Cuando volvió a arrancar lo hizo son toda la pasión que lo caracterizaba.
«Fue médico de la Cruz Azul junto con los doctores Brok, Inchauspe y Bellone desde 1968, y a partir de allí atendió a tres generaciones durante 50 años», comentó Fernando en las redes sociales, que inmediatamente de conocerse su fallecimiento se llenaron de mensajes de cariño, muchos de ellos correspondientes a sus «pacientitos», que recordaron cientos de anécdotas.
Fue uno de los médicos que más se ocupó y se preocupó por conseguir los terrenos para que Berazategui tuviera su primer hospital en 1981, su ciudad por elección. Percibía desde el consultorio la necesidad de un nosocomio para atender las urgencias médicas de todos los ciudadanos.
Su propio consultorio había sido transformado en su habitación hacía más de dos años, luego de profundizarse su enfermedad; «en el mismo lugar donde tenía su escritorio, en el que recetó miles de medicamentos salvando a cientos de chicos, donde tenía su segundo cajón lleno de caramelos para que los chicos no lloren…». Desde allí partió «agarrado de la mano de mi mamá», compartió su hijo.
Hoy no solo lo lloran sus nietos: Enzo, María del Pilar, Josefina, Juana y Ramiro, sino también toda una comunidad que no olvida su inmejorable desempeño.
«Sos todo lo que una persona debería ser, siempre fuiste un ejemplo…», expresó Fernando y siguió: «Fue un hombre increíble e integro, inolvidable para todos; uno se va de cuerpo, pero jamás del recuerdo de todos. Chau viejo fenómeno, descansa en paz, te lo mereces como nadie».
«Murió uno de los últimos grandes de Berazategui. Excelente persona, profesional y amigo. Quedará en el corazón de los que tuvimos el honor de conocerlo», dijo por su parte el doctor José Majewski, presidente del Circulo Médico de Berazategui.
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