«Veníamos de comprar helado, una noche, y vimos cómo tres hermanitos peleaban en la calle. No se podía creer la cantidad de malas palabras que decían. Entonces plantee hacer un merendero un día por semana, para comenzar a charlar con los adolescentes sobre la palabra de Dios. Y así arrancamos. Soy electricista, con mi propio dinero voy y compro lo necesario. Nos vemos todos los jueves desde las 16:30 hasta las 18. Aunque a veces se hacen las 19:30 y siguen en casa jugando».
Por el momento asisten 48 niños y adolescentes -eran 56 pero una familia con ocho chicos se acaba de mudar- incluso van mellizos de un año. Se reúnen en el patio de la casa, en una construcción que están comenzando y, si llueve, los más chicos se juntan en el comedor de Omar -donde hay juguetes donados- y los más grandes retiran la vianda. «Hacemos torta, pizza, bolitas de fraile, tortas fritas, le damos una gelatina y leche chocolatada. Algo para que tengan en la pancita. Hay muchas necesidades. Hay nenes que viven en el costado del arroyo y tienen enfermedades, ellos y sus padres. Una situación terrible».
Omar y su familia profesan la religión cristiana y parte de esos valores intentan inculcárselos a los chicos. «Ese grupo que encontramos aquella noche en la calle pudo cambiar lentamente. Pero antes me rompieron sillas, jarras, vasos, platos -cuenta sonriendo-. Nosotros le decíamos que por favor cuiden las cosas porque nosotros las comprábamos con nuestro propio dinero y sacrificio, y que costaba mucho todo. De tanto insistir parece que algo aprendieron y están más tranquilos. Hablan mucho con nosotros y nos cuentan sus cosas, su vida…es importante que alguien los escuche y los guíe».
Al entrar es costumbre agradecer a Dios la posibilidad de tener la comida. Después se programan juegos de diferente índole y una vez por mes se festejan los cumpleaños con torta y canciones. También, como un extra, Omar Junior, el hijo más grande de la familia, se reúne con amigos peluqueros, colegas suyos, y le cortan el pelo gratis a los chicos. Las chicas, por su parte, se llevan peinados. «Es un día de fiesta para todos, porque los nenes se van muy contentos y los profesionales se van llenos de amor».
Cada tanto Omar recibe una sorpresa, los miembros de la Iglesia Renovación Cristiana, ubicada en el Kilómetro 41 de El Pato, envían mercadería. Ese día es un descanso para su bolsillo y tiene la posibilidad de atender mejor a los comensales. «Esta semana recibí azúcar, 2 packs de leche, 40 cajas de gelatina y postre. A veces traen otras cosas que se reparten entre los chicos y ropa, que siempre es bienvenida».
«Se acercaron muchos partidos políticos, más en esta época, pero como no quise hacer bandera con el merendero se fueron», acotó Omar, que tiene tan solo 47 años y un corazón grande.
Los juegos son los que jugábamos cuando éramos chicos, con el huevo y la cuchara, y otros del mismo estilo. «No queremos que se peleen o que sean agresivos, asique buscamos cosas que los entretengan, pero tranquilos».
La mayor parte de los chicos son del barrio La Prosperidad y El Foquito, dos poblaciones que tienen muchas necesidades y están relegadas de muchos de los servicios esenciales.
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