Comerciante destacado y un vecino entrañable, se llevó consigo miles de imágenes que logró congelar con su lente. Su oficio fue su verdadera vocación.
Pedro, originario de Tapalque, se instaló desde muy joven en una pensión de Quilmes con el sueño de ingresar como operario en la fábrica Ducilo, por aquel entonces recientemente inaugurada. Sin embargo, ante la imposibilidad de entrar, ingresó como aprendiz al gran estudio fotográfico llamado «La Silueta», ubicado sobre la calle Rivadavia, pegado al Cine Cervantes, en la vecina ciudad. Allí logró aprender el oficio rápidamente y se convirtió en laboratorista, iluminador y fotógrafo, hasta que finalmente se independizó.
Ya casado, abre su primer estudio en la avenida 14 entre 147 y 148, en un primer piso. Para esto, Pedro Otero, un colega suyo de Avellaneda, le provee todo el material de galería y de estudio para su inauguración. El éxito del negocio en una ciudad pujante como Berazategui le permitió afianzarse rápidamente, junto con el nuevo empadronamiento femenino, tanto que al primer año de abrir las puertas pudo devolver todo lo que le habían prestado e iniciar un largo camino de trabajo y pujanza.
En ese entonces el estudio era negocio de día y casa familiar de noche. Y es en ese mismo ambiente que se cría Rubén y donde realiza sus primeros pasos en el oficio. Mientras tanto hace su primaria en la escuela N° 9 y la secundaria en la escuela técnica de Quilmes. Posteriormente ingresa a la Facultad de Ingeniería que, sin embargo, no continúa, al darse cuenta que su verdadera vocación residía en la fotografía.
En sus inicios trabajó junto a su padre y diez años después abrió su primer estudio en una de las cuadras más populosas, en la avenida 14 N° 4858, donde permaneció hasta el 2006, cuando se trasladó a la calle 15. Tras el nacimiento de su hija Elizabeth los días trascurren en el estudio, constituyéndose, sin lugar a dudas, en su segundo hogar.
Ruben cultivó un formato muy propio. Una de sus características particulares fue la herencia de la imagen típica de los años 50 en cuanto a la iluminación, algo que aprendió desde la base; también la correción de los negativos. Tuvo en su haber archivos catalogados durante más de 50 años, la mayoría perdidos en el incendio que sufrió, junto a seis locales más, el 20 de Julio de 1997 y donde perdió material técnico y de archivo. No obstante eso, pudo recuperarse.
Con el devenir de la fotografía a color, descubrió nuevos caminos y luego, con la llegada de la fotografía digital que cambió para siempre la tradicional casa de fotos, Arocena siguió conservando la línea artística que más lo caracterizaba: la disciplina del retrato que siempre lo cautivó y las imágenes surgidas de la fotografia de secesión en Estados Unidos, que la hace única, tanto en lo que se refiere a la postura corporal como en la iluminación.
Combinó durante años el aspecto comercial de su negocio con la fotografia social y de estudio. Sin duda fue un personaje de la ciudad, respetado y reconocido. Con el paso del tiempo amplió el rubro con marquería, cuando no había muchos en la ciudad.
Mientras tanto, por 22 años la artista plástica Diana Montalto, su esposa, (actual coordinadora de Artes Visuales local e hija de Miguel Angel Montalto) lo acompañó en la actividad. También fue su musa inspiradora en gran numero de retratos que le regaló en vida y que hoy conforman un legado de recuerdos invaluable.
Cabe señalar que en estos últimos tiempos emprendieron juntos un trabajo de recuperación de fotografía histórica en laboratorio, algo que realmente les fascinaba a ambos. Durante más de 6 años se dedicaron a rescatar colecciones privadas, entre ellas, junto a Luis Giménez, la documentación Ayerza – Pereyra Iraola, con metódica dedicación, atravesando épocas que hoy solo se viven en imágenes.
Cuando se retiró, Rubén siguió siendo convocado por los clientes de toda la vida que reclamaban su destreza ante la lente, por lo que continuó en su hogar realizando algunos trabajos a pedido, incluyendo la elaboración de marcos. Luego de atravesar una enfermedad a la que le dio una dura batalla, lo sorprendió el nuevo virus y lo dejó sin defensas. Su recuerdo quedará grabado en varias generaciones de una comunidad que lo eligió como uno de sus fotógrafos favoritos para acompañar momentos trascendentales.
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