Además, le sacaron el auto a un vecino que según informaron otras víctimas, lo utilizaron durante el fin de semana para seguir robando

El comedor, que trabaja desde hace 8 años, está ubicado sobre avenida Valentín Vergara entre 22 y 23. Eran las 18 horas del viernes pasado cuando un grupo de colaboradores se juntaron para cortar los alimentos para el plato de ese día: pollo, cebolla y otras verduras, mientras José Luis prendía el fuego para la olla.

En ese instante, sin mediar palabras, un sujeto de unos 20 años lo golpeó y le pidió que le entregara lo que tenía. Segundos después se dirigió a la cocina e increpó a quienes estaban cortando. «Nos apuntó y no entendíamos nada. Yo primero me reía porque no podía creer lo que estaba pasando. Un vecino tenía la cuchilla en la mano y el ladrón tuvo que decirle varias veces que la dejara. Nos pidió lo que teníamos y nos revisó los bolsillos. Justo habíamos hecho una colecta para comprar una virulana para limpiar las ollas y juntamos todo lo que había, unos 80 pesos. Dos nenas fueron a comprar y dejaron su celular para que no se los robaran. Y se los llevaron de acá, al final. Sentimos mucha impotencia, mucha tristeza. Hace 25 años que vivo acá y nunca nos pasó nada. Ahora hay robos por todos lados. Muchos vecinos fueron asaltados. A dos casas de acá le llevaron todo», indicó Alejandra Villafañe.

Es el barrio Buenaventura, que está en la lista de los más contaminados por la delincuencia.

«Llegaron caminando, eran dos. Y cuando salieron, se llevaron el auto del vecino que justo estaba arreglándole las luces», describió Alejandra, que salió corriendo  luego del robo para cuidar a los chicos que estaban en la plaza, ubicada frente al comedor. «Le pedí que no los tocara por favor y les grité que se tiraran al piso. Ellos dispararon pero el tiro no salió. Fue terrible la situación. Ese lugar siempre esta lleno de chicos».

La mujer recordó que durante el asalto, «le aseguré al ladrón que ahí no iba a encontrar dinero, que era una olla popular, pero tenían la mirada perdida y estaban muy violentos. Todos coincidimos que estaban drogados, porque actuaron muy raro».

En conclusión, además del mal trago, se llevaron cinco cuchillas que utilizaban para cocinar, una espumadera y la espátula. José Luis sigue con el hombro inflamado por el duro golpe y el auto Suran, utilizado para concretar otros delitos, aún no apareció.

«Antes de darle de baja a mi celular, pudimos ver que con el rastreador el aparato estuvo en Villa España y en Ranelagh. Después se cayó el sistema», contó Alejandra, quien reclamó también a la policía su extrema tardanza. «Llegaron cerca de las ocho, mientras nosotros estábamos entregando la comida; dos horas después».

«Juntos a la Par» organizaba la merienda para los chicos del barrio. Pero por el COVID 19 tuvieron que reacomodarse. Ahora dan la cena para unas 180 personas, tienen un roperito e intentan asistir a todos los que necesitan ayuda. Sin duda, una situación inesperada para el lugar menos pensado.

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