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Berazategui y una historia ligada al vidrio | lapalabradeberazategui.com.ar

Hay una frase que resulta genial: «El vidrio permite tanto ver qué ocurre del otro lado como crear una nueva realidad, depende de cómo se lo trabaje». Es esa multiplicidad de formas lo que lo vuelve tan atractivo y útil, y la hora de utilizarlo lo vemos incorporado tanto a la vida cotidiana como para transformarlo en una obra de arte.

El comienzo de una gran historia

Berazategui es considerada la “Capital Nacional del Vidrio”. Para llegar a este punto fue necesario un largo camino que comenzó alrededor de 1870, con la llegada al país de un joven emprendedor francés llamado León Rigolleau. Luego de algunos trabajos esporádicos, siguió la impronta familiar y abrió en la Capital Federal una librería y papelería, y en paralelo se dedicó a la venta de tintas, actividad que le permitió descubrir un nicho que cambiaría su vida. Como no había suficientes tinteros disponibles, ya que no se importaban recipientes de vidrio, se le ocurrió empezar a fabricarlos directamente él.

El primer paso fue convocar a Gastón Fourvel Rigolleau, su sobrino, pero no lo hizo viajar de inmediato. Primero le pidió que antes se instruyera con su familia en el arte del vidrio, ya que los Fourvel tenían una importante historia en ese “métier”. Y una vez realizado el entrenamiento, el quinceañero llegó al puerto de Buenos Aires y se sumó al emprendimiento. En paralelo, León había contactado a los obreros de la cristalería La Nacional, una empresa de Balvanera que había cerrado en 1880. Como ellos se habían quedado con la materia prima a modo de indemnización, la Cristalería Rigolleau nació allí, en 1882, aprovechando incluso los dos hornos de la antigua fábrica.

Claro que el comienzo no fue sencillo por la falta de algunos materiales que debían llegar desde el extranjero. A lo que se le sumó una tormenta que destruyó parte del espacio físico. Pero, lejos de darse por vencidos, los Rigolleau pudieron salir adelante.

Primero hicieron frascos y luego le sumaron botellas, un camino que la empresa sigue hasta el día de hoy. Para 1893, la cristalería contaba con una fábrica que se extendía a lo largo de ocho mil metros cuadrados y donde trabajaban quinientos operarios. Años después, el pionero León Rigolleau dejó la compañía en manos de su sobrino y regresó a vivir a Francia para disfrutar de un retiro acomodado. Fue Gastón quien puso en marcha la mudanza a Berazategui, eligiendo ese lugar para desarrollar una idea que crecería en los años posteriores. Fue en 1906 cuando le compró a José Clemente Berazategui cien mil metros cuadrados de tierra. La elección del lugar no fue caprichosa. El principal cliente del proveedor de vidrio era la cervecería Quilmes. La construcción de las nuevas fábricas, de vidrios, de cristales y de botellería tenía su logística complementaría, que incluía la edificación de galpones a un costado de la vía del ferrocarril y la gestión para que el tranvía que iba hasta Quilmes continuara hasta Berazategui.

Transformaron una zona agropecuaria en una ciudad industrial pujante que comenzaba a tomar forma por el impulso de los emprendedores del vidrio. Y, en poco tiempo, el complejo fabril incorporó mil quinientos trabajadores, la mayoría de ellos inmigrantes belgas.

Gastón Fourvel-Rigolleau se jubiló en 1931 y fue sucedido por su hijo León. La década del treinta aportó un nuevo emprendimiento: la creación de una sección artística para diseños con vidrio. Y así fue como la compañía expuso sus productos en varias muestras internacionales. Con los años llegó también un nuevo elemento que se hizo muy conocido: el pyrex, un vidrio hecho con elementos térmicos que permitían su uso en laboratorios, cañerías de líquido caliente, tubos para faroles y las muy conocidas fuentes para ser usadas en el horno.

Rigolleau comenzó una historia que se transformó en una ciudad pujante y progresista. Esa misma historia que muestra hoy el Complejo Municipal San Francisco, ubicado en Calle 23 y 149, en lo que se considera el núcleo fundacional del distrito. Allí se concentran el Museo Histórico y Natural de Berazategui, el Museo del Vidrio y el Centro de Documentación y Archivo, además de la Escuela Municipal del Vidrio.

A partir de 1995 comienza a trabajarse en la recuperación edilicia del almacén de ramos generales y vivienda de la familia Traverso, ubicada en la calle 23 y 149 del Barrio San Francisco, en vistas a su puesta en valor como complejo museológico. El conjunto arquitectónico, con fachadas de ladrillo de contenidas ornamentaciones, habitaciones amplias y luminosas, es exponente de la arquitectura de servicios de las familias inmigrantes que tanto aportan a la cultura del trabajo y al desarrollo local. Las tareas de recuperación edilicia permitieron que el 15 de abril de 1997 el museo reabriera sus puertas en este conjunto arquitectónico de 800 metros cubiertos, conformado por la vivienda y el almacén, una espaciosa barraca, caballeriza y dependencias anexas integrados por un amplio parque.

En la sala se exponen las colecciones donadas por la Cristalería Rigolleau y por Ivonne Necol, junto a cañas de soplado, matrices, moldes de hierro, herramientas y fotografías que dan cuenta del crecimiento sostenido de la ciudad alrededor de la planta fabril. La sala cocina exhibe características particulares: detenida en el tiempo, con sus desgastados pisos de ladrillo, el fogón y los enseres originales, acercando al visitante al Berazategui del ayer.

Luego llegó la Escuela Municipal del Vidrio, a fines de la década del ‘80. Se trata de la única de su tipo en Latinoamérica y a través de los años se convirtió en un obligado punto de referencia para artistas y artesanos de todo el continente. El objetivo es consolidar una vertiente de expresión artística y, al mismo tiempo, una oportunidad en el mercado laboral.

Museo del Vidrio

Su valioso acervo de piezas de arte en vidrio esta principalmente ligado a la impronta de Cristalerías Rigolleau, y las producciones de artistas locales e internacionales contemporáneos que imprimieron un sello distintivo

Recordemos, además, que Ivonne Fourvel Rigolleau dona al municipio un edificio para albergar al Museo del Vidrio en el año 1976, aunque aceptando un cambio en su propósito, ya que se crea allí el Complejo Cultural León F. Rigolleau, cuna de los talleres educativos por donde han pasado miles de ciudadanos. La cesión incluyó parte de su colección privada: con piezas únicas realizadas por Lucrecia Moyano, la gran artista plástica que hoy se guardan celosamente en el museo.

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