Comenzó su trabajo de una manera totalmente artesanal y fue modificando la actividad conforme iban llegando las nuevas maquinarias. Fue muy respetado y querido por los vecinos y sus clientes, quienes confiaban en su capacidad.
«Era una persona extraordinaria. Sumamente querido y apreciado en la comunidad. Supo transmitir algunos secretos de la actividad, muchas veces venía y se quedaba a conversar sobre esta tarea. Se lo quería mucho y lo vamos a extrañar», indicó Federico, que es dueño del lavadero desde hace dos décadas. «Es lógico que las cosas cambiaron mucho por los adelantos, pero sigue siendo un trabajo artesanal que nuestros clientes de años nos reconocen», admitió luego el comerciante.
El lavadero era su pasión y estuvo abocado a él muchísimos años. Cabe señalar que al tiempo de abrir el emprendimiento otros llegaron a instalarse, pero sin duda, tanto El Pardo como Federico lograron permanecer y ser reconocidos con la confianza del cliente.
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