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Homenaje a Anita Romero de López | lapalabradeberazategui.com.ar

Siempre elegante, ágil y muy sociable. Anita Romero tenía 96 jóvenes años cuando la entrevistamos por última vez y conservaba la misma lucidez, vitalidad y curiosidad que la acompañó toda su vida. Trabajadora incansable,  hizo hasta hace poco tiempo las cosas que más le gustaban: caminar y charlar con sus amigos de la calle Sarmiento, donde vivió desde que llego a Berazategui. Dueña de la Librería e Imprenta López, falleció esta semana. Sus hijos y nietos fueron acompañados por numerosos vecinos que recordaron miles de anécdotas.   

Nació el 13 de julio, y era una de las hijas más chicas de Francisco y Ana, dos españoles que llegaron a la Argentina a buscar nuevas oportunidades. Pero también vivieron en Uruguay, en Malvin, poco menos de dos décadas. Allí Ana pasó su infancia y adolescencia e incluso novió con el hijo de la escritora montevideana Juana Ibarbourou.

Cuando su hermano “Paco” sacó la lotería, se decidieron y regresaron a nuestro país, construyeron una casa grande y se afincaron en Berazategui, en forma definitiva. Aquí, Ana conoció a Edelmiro de los Ángeles López Comendador, locutor de los encuentros del Club Libertad, donde las familias a pleno pasaban los mejores momentos de la semana. Con él se unió en matrimonio y tuvieron tres hijos varones:  Ricardo, Ariel y Dardo, quienes ayudaron a sostener la librería familiar cuando su padre falleció, muy joven, y dejó a la mujer con todas las responsabilidades, antes de los 40 años. Fueron tiempos difíciles pero Anita no se amilano.

“Mi cuñado siempre nos ayudó, Pepe (José López Comendador) y su señora Enriqueta, fueron fundamentales en la crianza de mis hijos” recordaba Ana. Fue el célebre periodista quien inculcaría toda la riqueza cultural con la que crecieron los muchachos.

Librería López estuvo abierta más de 50 años, en la esquina de 13 y 148; y en las primeras décadas, con un movimiento excepcional. Dedicada al rubro comercial y escolar, también proveía de libros de texto y escolares a una comunidad que crecía a pasos agigantados. Casi todo el alumnado de Berazategui pasó por ahí.

“Berazategui siempre fue linda, segura, mis hijos salían y volvían a la hora que les indicaba, y yo estaba tranquila. Desde acá se veía el río. Eran casi todas las calles de barro y zanjas por todos lados- describía Ana- Una vez salí de paseo con amigas y me caí en una. Termine toda embarrada”.

Por aquellos años, en diciembre se realizaba el pedido de artículos escolares para el mes de marzo, cuando, recién iniciadas las clases se pagaba la primer cuota del pedido. Este sistema de confianza, conocido como Valor Marzo, permitía trabajar con solidez y tranquilidad, en una Argentina totalmente diferente a la de hoy.

A diario Ariel, con solo 11 años, después del colegio, traía el pedido de libros en tren, y para bajarlos era ayudado por gente solidaria que nunca dejaba de tender una mano a quien la necesitara. Y así, en familia, abastecían el negocio.

Por ser uno de los únicos comercios dedicados a esta actividad, la librería López llegaba a atender a unas 400 personas en el comienzo del ciclo lectivo. El trabajo comenzaba muy temprano y terminaba tarde para ella, pero luego de cerrar, alrededor de las 20, comenzaba con las tareas domésticas, cocinando para la familia y acomodando su hogar.

Cuentan sus vecinos que le pedían a gritos que se fuera a descansar para preservar su salud, pero ella hacía caso omiso y seguía con la misma rutina. Manejaba un Fiat 1500 y con él  se sentía “independiente”. El vehículo familiar también era utilizado por los hombres de la casa para pasear. “Hubo un tiempo donde yo volvía y ellos se iban…”confió.

“Tuve una vida linda, con hijos muy buenos. A veces me encuentro con gente que me conocía de aquella época y me preguntan cómo hice esa vida, de tanto trabajo, porque todos veían que yo andaba y andaba y no me cansaba” contó hace menos de un año a La Palabra.  Dejo el mostrador a los 86, dispuesta a disfrutar de sus tiempos libres.

Hasta hace poco tiempo hacía sus propias compras y nunca dejó que las adversidades decidan por ella. Hermosa Anita, la longevidad no le quitó ninguno de sus atributos para el buen diálogo. Sumamente querida, fue despedida el martes pasado y con ella se fue parte de la rica historia del distrito.

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